Cambalache

Quien haya escuchado con atención este tango creado por Enrique Santos Discépolo (increíble la versión de Julio Sosa),  se dará cuenta de que una letra que era válida para mediados del siglo pasado sigue desgraciadamente vigente hoy día. Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, comienza diciendo... y no se equivocó el autor con esta especie de profecía cantada. Ahora bien, he decidido poner este título al artículo, no solo por la rabiosa actualidad de una canción que pronto cumplirá los noventa años, sino también porque empiezo a estar harto de la parcialidad de quienes, en principio, están en la palestra para informar desde los medios, o enseñarnos desde las tertulias.

Desde quienes se pasan el código deontológico del periodismo por el forro de los mismísimos, hasta tertulianos que vociferan al unísono en una especie de barahúnda horrísona intentando mantener sus opiniones por encima de las que defiende otro contertulio, observamos que la ecuanimidad ha sido expulsada de los medios de comunicación siendo acompañada en el exilio por la ética, la veracidad y la objetividad.

Supongo que estarán de acuerdo conmigo en que debemos cubrir con un tupido velo las tertulias de la prensa de la víscera ya que todos podemos comprender de qué van quienes se alimentan de esa carroña informativa; pero tengo que decir, personalmente, que creo que si hay espectadores que desean ver este tipo de programas, es lícito que se produzcan y, a quien no les gusten, como es mi caso, con no verlos... en paz.

Obviemos también las tertulias de corte político en las que sabemos que según en la cadena que se emiten tienen una inclinación política determinada en la que los participantes juegan bajo el paraguas del partido político de su preferencia al juego del “y tú más” sin asomo de decoro y pasemos por encima de dos o tres programas de información (?) deportiva en los que, a gritos, los tertulianos tratan de imponer su punto de vista. Como esos programas se emiten a altas horas de la noche, para quien no los haya visto trataré de resumir sus contenidos. En España, desde el punto de vista de esos tertulianos, solo existen dos equipos de futbol, Barça y Real Madrid, a quienes los respectivos detractores renombran como Farsa y Real Mandril, y los demás que juegan en primera división, solo sirven para jugar contra ellos ya que una competición a dos sería demasiado tediosa. Ahora bien, lo que más me sorprende de estas tertulias, vergel inagotable del que se alimentan los programas de zapping, es que los tertulianos no se dedican a defender al equipo de su preferencia sino a denigrar al contrario. Les juro que he visto enfrentamientos más dignos de borrachos en la puerta de un after al amanecer, que de personas que cobran un emolumento por opinar en un medio de comunicación; pero lo que más me ha llegado a las entretelas es ver, en repetidas ocasiones a un par de tertulianos opinar llorando a moco tendido. Lo que no podemos pasar es por lo que están creando entre todos los contertulios de todos los programas de debate.

Dice Discépolo; Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor/ ignorante, sabio, chorro/ pretencioso, estafador/ todo es igual, nada es mejor/ lo mismo un burro/ que un gran profesor/ no hay aplazaos ni escalafón/ los inmorales nos han igualao/ si uno vive en su impostura/ y otro afana en su ambición/ da lo mismo que sea cura/colchonero, rey de bastos, caradura o polizón. Y es cierto: no importa la preparación ni la cultura (en un próximo artículo hablaremos de la anticultura) sino de quién grita más y de quién amenaza mejor con irse del plató.

Decía Miguel de Unamuno que cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee y lo más jodido de todo este trampantojo televisivo que tejen a diario es que, entre todos los tertulianos, con la complicidad de los telespectadores, a punta de visceralidad, irracionalidad y tendenciosidad, a fuerza de no ver los defectos en los que prefieren y no aceptar las virtudes de los que no son santo de su devoción, están precisamente creando una casta de santos, de nuevos dioses, que dependiendo de quien hable, mean colonia y son perfectos. No importa si se habla de política o deporte, estos profesionales del enfrentamiento han dibujado una línea, como Pizarro, que divide a los que están conmigo o contra mí; pero han creado una peligrosa división en la que, a un lado estamos los seres humanos y, al otro, los dioses intocables a los que nos enseñan, no a escuchar y comprender, sino a odiar o a amar sin posibilidad de pensar.

Seguía Discépolo: El que no llora no mama/ y el que no afana es un gil/ dale nomás, dale que va/ que allá en el horno/ “se vamo a encontrar”/ no pienses más, sentáte a un lao/ que a nadie importa si naciste honrao/ si es lo mismo es que labura/ noche y día como un buey/ que el que vive de las “minas”/ el que mata, o el que cura/ o está fuera de la ley.

Quienes beben los vientos conservadores, no solo aman al PP, sino que odian a muerte al PSOE; quienes se corren de gusto ante la palabra independencia, o “independentzia”, según el punto geográfico, deben odiar a muerte a España; quienes se pondrían a cuatro patas para recibir los favores de Cristiano Ronaldo o Mourinho, deben negar el pan y la sal a Guardiola o Messi; y, quienes estamos esperando que vuelva la cordura a los platós de televisión, debemos conformarnos con ver canales como Xplora, Discovery Max, canales temáticos de películas o programas de humor.

Claro que, con el anunciado cierre de algunos de estos canales no nos va a quedar más opción de apagar definitivamente la tele y empezar a pensar. Aunque a más de uno le duela.