CUENTOS

En la presentación de un libro
En la presentación de un libro

Escribir un cuento pude llegar a ser más difícil que redactar una novela. Es cuestión de espacio. En una novela puedes desarrollar las ideas, hacer comprender al lector lo que quieres decirle y llevarlo de la mano a un paisaje onírico. En un cuento debes hacer lo mismo en muy pocas páginas. Quizás por esto estoy convencido que, por la brevedad de la narración, se debe contar con la complicidad del lector.

No pretendo llegar a la complicada facilidad de Cortázar ni a la difícil sencillez de Ramón J. Sénder, claro; pero estos ojos que pronto necesitarán de unas gafas para ver con claridad, han sido testigos de muchas escenas que, en su momento, sembraron una sensación, unos sentimientos que después volqué al oído atento que es el papel en blanco.

Si alguien, en alguna tertulia me ha preguntado por el posible título de un libro de estos cuentos, siempre he contestado “Cuentos que crecen” porque, si bien se desarrollan en la mente, en la imaginación de quien los escribe, crecen en la terrible soledad de la redacción y sólo maduran cuando el lector les aplica, in mente, sus experiencias personales.

Los cuentos, para mí, son un guiño cómplice, una manera de hacer que los lectores completen las historias de las que alguna vez fui testigo y deformé voluntariamente para que contaran, no0 lo que sucedió, sino lo que me hubiese gustado que sucediera.