Cuando Mas es menos

La prepotencia del señor Mas al no querer acudir al Congreso de los Diputados para defender su propuesta de Ley, es una falta de respeto a los ciudadanos españoles, incluidos los catalanes, solo comparable a lamentable espectáculo, charlotada más bien, del diálogo de sordos en que se han convertido los desencuentros entre el Gobierno y la Generalidad de Cataluña en el marco de la solicitud de Independencia de la Autonomía catalana; tan estúpido es el empecinamiento de unos, como la sordera patológica de los otros.

Ni este Gobierno, ni los que le sucedan, podrán hacer nada contra la labor de zapa que, desde hace décadas, han llevado a cabo los presidentes de Cataluña ante la inoperancia de los sucesivos presidentes españoles que permitieron, uno por sus ansias federalistas, otro porque “hablaba catalán en la intimidad”, otro por su incapacidad para hacer frente a un problema de ese tamaño y éste de ahora porque no da más de sí. Ya es demasiado tarde para poner coto a la marginación de la lengua castellana, a los cambios arteros de los hechos históricos y, sobre todo, a la burla permanente de los mandatarios catalanes ante las sentencias judiciales.

Ahora ya no podemos cambiar años de mentiras nacionalistas a los educandos porque, para ellos, son verdades incontestables. Si la primera vez que se produjo un exceso torticero en los libros de historia de los colegios de Cataluña se hubiese aplicado la ley, si la primera vez que se desobedeció una sentencia se hubiese obrado de manera contundente, dentro del marco legal, no hubiésemos llegado al punto en el que nos encontramos; pero no se hizo. ¿Por qué? Por lo de siempre; porque a los presidentes de España en ejercicio, les convenía tolerar lo que fuera para tener el apoyo del grupo parlamentario catalán en el Congreso de los Diputados a la hora de aprobar leyes. Es decir, que los sucesivos mandatarios vendieron la unidad de España por un puto plato de lentejas.

Y cuando hablo de la unidad de España no piensen que soy de los que todavía añora la bandera del águila de san Juan, no; hablo de la unidad de un territorio, de un país, en el que costó demasiado pasar de una dictadura, que nos desangró física e intelectualmente durante décadas, a una democracia que nos encuadró en Europa. El precio que pagamos entre todos para ser más fuertes en el panorama internacional fue demasiado oneroso para darlo por malgastado accediendo a los caprichos de unos gobernantes autonómicos que, desde hace décadas medran abusando del victimismo y el chantaje económico.

Durante años, mucho antes de la democracia, los gobiernos españoles han comprado su tranquilidad con inversiones monstruosas, si las comparamos con el resto de España, en territorio catalán haciendo de éste el más avanzado de todo el país. El dinero destinado a Cataluña, las facilidades impositivas, los silencios ante las “salidas de madre”, convirtieron a Cataluña en lo que hoy es: la punta de lanza del progreso y la modernidad; pero no olvidemos en ningún momento que la gran mayoría de proyectos, mejoras e infraestructuras, fueron pagados con dinero de todos los españoles. Claro está que políticamente, al igual que Cataluña, el País Vasco, obviando a los asesinos, ha seguido el mismo camino chantajista y victimista, logrando buenos réditos y que, no lo olvidemos, el señor Urkullu ya ha anunciado que sigue con mucho interés el proceso del ilegal referendo catalán porque los vascos también quieren opinar. ¿Será este el próximo mapa de España?

De cualquier manera muchos españoles, catalanes incluidos de momento, estamos empezando a cansarnos de tanta soplapollez política como contemplamos a diario en este asunto. El Gobierno que se aferra a la Constitución y dice no a todo, y el señor Mas y sus acólitos que amenazan con saltarse la Ley, una vez más, para hacer lo que les salga de los “cullons”. Creo que un poco de diálogo no estaría de más; sentarse a una mesa sin amenazas, sin guión preestablecido, sin actitudes infantiles y con clara voluntad de acercar posturas sería lo apropiado... aunque, visto lo visto, lo veo muy difícil.

NOTA: Me gustaría, en verdad, que se hiciese un referendo nacional para que todos los españoles pudiésemos opinar sobre la independencia de Cataluña porque, a lo mejor, todos nos llevábamos una sorpresa.