Au secours!

El hecho de que la señora Cospedal proclame que en España ha ganado el partido en el gobierno, era algo que se podía esperar porque esta racial hembra posee un desparpajo a la hora de conseguir la cuadratura del círculo que acojona, la verdad; pero lo que diga esta moza queda en mera anécdota con los resultados que se han producido en muchos países europeos. En Bélgica, gana un partido anti islamista y racista ex-aequo con los conservadores, en Gran Bretaña, un partido anti europeísta logra resultados importantes, en Alemania, mayoría conservadora aplastante, con apunte anti europeo al igual que en Dinamarca y sólo en Portugal ganan los socialistas mientras que en Grecia gana la extrema izquierda.

Y ¿en Francia? La leche, camarada Robespierre, la leche. La elección en las pasadas municipales de una alcaldesa de París nacida en Cádiz, una ministra de Justicia de ultramar y un primer ministro nacido en Barcelona, lo que creaba una especie de ejemplo de multiculturalidad, rebota, rebota y en el culo de Europa explota por la derecha. Resumiendo, que han votado casi uno de cada dos franceses y de estos, uno de cada cuatro ha votado al Front National de Marine Le Pen, la hija de Jean Marie Le Pen, fundador del partido que el pasado martes decía en un mitin celebrado en Marsella que “el problema de la emigración los solucionaba el señor Ébola en tres meses”, además de sostener que por el aumento de población, Europa está en riesgo de invasión inminente. ¡Casi ná! Estas ideas, son las que todos esperamos para un partido de extrema derecha, pero es que el señor Sarkozy, ex presidente francés de tendencia conservadora, o sea, del PP francés (UMP), se descuelga diciendo en Villepinte que es preciso acabar con la doctrina Schengen, que permite desde 1995 la libre circulación de personas en Europa.

Así pues, el actual territorio europeo, además de su viraje hacia el radicalismo de derecha, salvo en Grecia que toma el camino opuesto, va a ser dominado por los conservadores para completar el cuadro de xenofobia y retroceso a las cavernas políticas de hace siglo y pico. Mañana saldrán a la palestra un montón de “opinadores y opinadoras” rasgándose las vestiduras ante tamaña desconsideración con los emigrantes, gritarán hasta enronquecer que la hostilidad a lo extranjero es una falta muy grave contra los derechos humanos y algunos saldrán a la palestra para defender que es necesario desconocer los resultados de estas elecciones porque son una injusticia. ¿Injusticia? No: Democracia. Este resultado es el que han arrojado las urnas y el que, a partir de ahora, todos, debemos aceptar como ley.

Más de una vez he defendido el hecho de que en democracia gana el número y no la razón. Le podemos echar la culpa a la abstención, a la falta de interés de los europeos por votar al coño de la Bernarda o al Cipote de Archidona, pero los números mandan y la mayoría ha dispuesto que Europa, aquel Jardín del Edén que nos prometían, ahora dominado por Alemania, vire hacia la derecha y no valen apósitos para la pupa que hace.

Todos sabemos que si todo el planeta fuese un solo país, menos Cataluña, claro, que allí ha ganado ERC, y el País Vasco en el que ha ganado el PNV con la izquierda nacionalista como segunda fuerza política. Como decía, si el planeta fuese un solo país con estas dos excepciones, y votásemos todos los mayores de edad, sin abstenciones, ganaría el mayor número de votos, como es natural en democracia; pero, teniendo en cuenta que los cerebros privilegiados, las mentes brillantes y las personas preparadas suponen el uno por ciento de la población, estos perderían por unos aplastantes noventa y nueve votos contra cada uno de los suyos.

Ahora, como decían las rebuscadas pintadas de mayo del sesenta y ocho francés, hoy se llaman grafitis, “votad; pero luego no os quejéis si las manos os huelen a mierda”.

¿Injusticia? No: Democracia.