Mentirosos y victimistas

 

“En mi frecuente paso por el Gobierno, he aprendido que la atención de los Ministros ha estado absorbida constantemente por Cataluña; cuando no era una cosa era otra; huelgas, regionalismo, separatismo, sindicalismo, proteccionismo. Si el resto de España hubiera originado iguales preocupaciones, la vida ministerial habría sido imposible.”

Álvaro de Figueroa Torres, Conde de Romanones (1863-1950).

Los nacionalismos independentistas, que desde hace algún tiempo se han dado en llamar, sin razón, históricos con gran despliegue de pompa y boato, tienen su origen político a finales del siglo XIX en el caso vasco, a finales del primer tercio del mismo siglo en el caso catalán y por la misma época el valenciano, estos movimientos se han destapado realmente a manera de ideas políticas a principios del siglo XX como reconocen todos los estudiosos del tema, aunque hay tradición en esto de los movimientos independentistas, regionalistas y nacionalistas en España, algunos tan singulares como el Cantón Murciano, que se alzó contra el gobierno español, situando su capital en Cartagena.

Entiendo que la gente se sienta orgullosa de su lugar de origen; pero deben reconocer que nacer en un lugar significa aceptar lo bueno y lo malo hecho por nuestros antepasados y no sólo airear lo más brillante tratando de esconder los trapos sucios que preexisten en todas las historias del mundo conocido. Que se enteren de una vez, quienes pretenden ser el último refresco del desierto, que aquí no deberían existir, según nuestra trayectoria nacional, ciudadanos de primera y de segunda, ni unas víctimas más mártires que otras porque, en el caso de protestar por raíces históricas, todas las regiones españolas tenemos algo de lo que envanecernos.

Decía Arthur Schopenhauer que “cuantas menos razones tiene un hombre para enorgullecerse de sí mismo, más suele enorgullecerse de pertenecer a una nación”. La verdad es que uno no puede elegir dónde va a nacer aunque, puestos a sacar pecho en el asunto del paletismo local disfrazado de nacionalismo secular, o por el orgullo de haber nacido en algún lugar en especial, como aragonés, también tengo razones para estar orgulloso y, sin embargo, no ando abriendo la bocaza a cada paso, ni dando la paliza con preguntas sobre si existían vascos y catalanes cuando los romanos destrozaron a los Suessetanos y arrasaron Corbio, o quién va a pagar las investigaciones para averiguar si tenemos unas u otras características raciales diferentes.

Y en cuanto a la Historia regional, al valor de nuestras gentes, que pregunten cómo le fue a Carlomagno cuando intentó entrar en Zaragoza o cómo, mientras los vascos y los catalanes, salvo Gerona, corrían a obedecer las órdenes de los invasores franceses, en Zaragoza se aguantaron, con un par, dos sitios realizados por el mejor ejército de la época, el de Napoleón, lo que permitió que en el escudo de la capital aragonesa aparezcan los títulos de Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Muy Benéfica, Siempre Heroica e Inmortal e inspiró a Benito Pérez Galdós para escribir una frase que luego se imprimió en los billetes de mil pesetas: Y entre los muertos, nunca faltará una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde. Mientras Cataluña y País Vasco se rendían, Zaragoza resistía los asedios, y en la comarca de las Cinco Villas, de donde soy originario, corría por la misma época Mina el joven, desde Tudela hasta Ejea de los Caballeros, haciéndoselas pasar muy putas a los soldados gabachos.

Ahora bien, a los llorones profesionales del victimismo, del que son maestros los dos movimientos separatistas más importantes de España hay que decirles de una vez por todas que nosotros, los que estamos condenados a ser ciudadanos de segunda categoría en nuestro propio país, por mor de las enormes ventajas que los diferentes gobiernos españoles les han dado a esas dos regiones, también hemos tenido que sufrir los sucios desplantes y las sectarias persecuciones de los gobiernos que se han ido sucediendo a lo largo de la Historia desde los romanos hasta Franco, pasando por Isabel la Católica, las dos repúblicas, la dicta-blanda de Primo de Rivera, la dicta-dura de Franco y el ostracismo al que estamos sometidos por los gobiernos de España después de la muerte del general nacido en El Ferrol, todos aquellos que presumimos de ser españoles sin dejar de amar a nuestras regiones respectivas por el único delito de no protestar, no llorar y no remendar la historia para exigir.

En cuanto a personajes históricos, además de los muchos que aparecen en las enciclopedias y los libros de texto, mis paisanos, mis antepasados y los suyos, como todos los españoles de todas las épocas, han luchado en guerras, guerritas, batallas y escaramuzas desde la caída de Corbio hasta la guerra civil, pasando por los enfrentamientos con los musulmanes, la pelea contra el Estado representado por el duque don Juan de Austria en la Guerra de Sucesión, la guerra de la Independencia, Carabobo, Cuba, Filipinas, la Guerra de África y la guerra Civil; sólo a unos tontos del haba, tontos de baba sería más exacto, se les puede ocurrir el sectorizar errores y heroicidades que al final hemos perpetrado entre todos, como la historia lo demuestra, y hacer rayas en el suelo para marcar diferencias e ir por el mundo de víctimas de un Estado que nos ha dado por saco a todos los nacidos en España desde el principio de la Historia.

Así que, aviso a “gudaris bortitzak” y “nois del bon cop da falç”: Menos lobos históricos porque, si nos ponemos a marcar paquete, todos tenemos algo que enseñar; lo que ya no es de recibo es que por un lado algunos se metan un calcetín de lana bajo el calzoncillo para presumir de lo que no tienen, mientras por el otro lado salgan llorando para quejarse ante las Altas Instancias Internacionales de que los están sodomizando. Que me perdonen si quieren pero eso es de nenazas.

Para profundizar en la historia de los independentismos radicales, voy a referirme en futuros artículos a los vascos y catalanes, unos nacionalismos mal llamados históricos como ya he afirmado, por ser los que están machacándonos a diario con premisas falsas y, aunque a veces angustie, hay que tratar de desenmascarar a los oportunistas de la política que se dedican a zurcir la historia, a reacomodar los sucesos hasta que aparezcan de la manera que ellos crean más conveniente para sus fines; y además, no contentos con este desmán, aún se atreven a coaccionar a todos los ciudadanos del Estado amenazando de que, si algo no sale como ellos quieren, habrán de hacerlo de todos modos a pesar del dictamen de los Jueces.

Como Voltaire, yo también daría la mitad de mi vida para que los nacionalistas pudieran defender sus tesis, pero la otra mitad la necesito para batallar para que no consigan lo que pretenden; y coincido con él porque, estoy convencido de ello, el nacionalismo no es sino la piel de cordero que utilizan los lobos racistas.