JAVIER MINA, UN GUERRILLERO NAVARRO EN LAS CINCO VILLAS

Javier Mina
Javier Mina

Ahora que se han cumplido doscientos años de los Sitios de Zaragoza, y todos multiplicamos nuestra admiración por aquellos héroes que dieron su vida frente a las tropas francesas en aras de la libertad, no está de más recordar un suceso de armas acaecido en las Altas Cinco Villas aragonesas, que careció de proyección histórica aunque no de efectividad bélica; una de esas refriegas que no suelen pasar a los libros de historia, pero que dejan una huella tan profunda en las gentes que la conocieron que todavía se comenta por haber pasado de generación en generación por tradición oral.

Subiendo de Ejea de los Caballeros a Sos del Rey Católico, ya en territorio municipal de Castiliscar, se puede observar a la izquierda de la carretera una casilla de las pertenecientes al Canal de las Bardenas y, justo al otro lado, se puede ver una pequeña meseta con la cima plana que es la llamada Plana de los Chandarmes. En ese paraje, el guerrillero Javier Mina, al que debe su nombre el collado, acabó con toda una compañía de gendarmes franceses, de donde viene el nombre de la plana, Chandarmes, por deformación de la palabra francesa que designaba a ese cuerpo del ejército francés.

Según los documentos que había en la Iglesia de San Juan Bautista de Castiliscar, y que el párroco mosén Florentín trasladó a Pamplona al principio de la Guerra Civil, Javier Mina, sobrino del famoso general Espoz y Mina, iba a la cabeza de sus hombres cuando observó una compañía de Gendarmes franceses que cabalgaba en formación y dio orden a sus seguidores de prepararse para el enfrentamiento. Los Gendarmes, que habían visto a los guerrilleros, se atrincheraron en una formación rocosa que todavía existe disponiéndose a defenderse del ataque; pero Javier Mina, que sería conocido como “Mina el mozo” o “Mina el joven”, conocía perfectamente el terreno y, viendo el lugar elegido por los franceses para rechazar el ataque, fintó que no los había visto; tras dar un rodeo, subió por lo que hoy es conocido como “Los Fornos” y atacó por la retaguardia a los desprevenidos franceses que esperaban un ataque frontal, acabando con casi todos los gendarmes y dejando dos con vida a los que dio un salvoconducto para que fueran a contárselo a su general en Pamplona.

Los documentos que estaban en la parroquia de Castiliscar aseguran que los dos gendarmes, desarmados, siguieron camino; pero al llegar al terreno conocido como San Román, se toparon con dos agricultores de Castiliscar quienes les preguntaron hacia dónde se dirigían. Los franceses relataron lo que había sucedido y enseñaron el salvoconducto firmado por Javier Mina. Tras un corto conciliábulo, los agricultores decidieron que para contarlo “con uno valía”, echaron las suertes con un real de vellón y degollaron al perdedor.

Hasta aquí, el hecho de armas; pero ¿quién era ese navarro que con sus hombres asolaba a las tropas francesas desde las Bardenas a la Cinco Villas?

 

LA HISTORIA DE JAVIER MINA

Manuel Ortuño que ha dedicado años de investigación a este personaje y cuya tesis doctoral “Xavier Mina. Un liberal español y su intervención en la Independencia de México", presentada en la Universidad Complutense de Madrid en 1998, nos aclara parte de la sorprendente biografía del guerrillero.

Nacido en el seno de una familia rica en 1789, Javier Mina cursó estudios de derecho en Pamplona y Zaragoza; pero la invasión de España a cargo de las tropas napoleónicas, le hizo abandonar sus estudios y ponerse al frente de una enorme partida de guerrilleros y por ello le fue concedido el grado de capitán. Los combates épicos protagonizadas por Javier Mina y sus navarros mantenían despierta la atención de muchos jóvenes, quienes, cuando el día 21 de marzo de 1809 Jaca capituló, decidieron que ellos no se rendían. Por ello, Espoz y Mina y varios compañeros se deslizaron por las murallas y corrieron hasta hallar los parajes en los que se resguardaban las guerrillas navarras. Espoz y Mina se unió a la partida de Javier, y así se mantenía cuando el 29 de marzo de 1810, su sobrino el guerrillero caía herido en una emboscada en el pueblo de Labiano, quedando prisioneros Javier y los hombres que le acompañaban. Espoz y Mina que andaba en descubierta se salvó con siete hombres.

Javier Mina fue liberado en Francia al mismo tiempo que Fernando VII y, habiendo sido testigo de la vergonzosa actuación del monarca español ante los franceses y el desprecio de éste hacia el pueblo español al derogar la Constitución de Cádiz, se enfrentó al “Deseado” por quien fue perseguido sin piedad.

Ante esta persecución, Mina se fue a Inglaterra llegando a Londres, vía Bilbao-Bristol y, convencido por fray Servando de Mier, cruzó el océano para seguir la lucha contra Fernando VII desde la Nueva España (México), abrazando sin dudar ni un instante la causa de Morelos. En casa de los Holland, en Londres, se encontró con el general Winfield Scott, héroe estadounidense, amigo de James Monroe, que le ofreció su apoyo personal en los Estados Unidos.

A propósito de esto, nos dice Ortuño:

“La Expedición organizada en Londres, con el apoyo económico de Lord Holland y sus amigos, tanto ingleses como españoles y americanos, adquirió un claro tinte internacionalista liberal. La integraban españoles, ingleses, franceses, italianos, irlandeses y algunos oficiales recién desmovilizados, y pretendía la integración de una serie de mandos y de cuadros, capaces de servir de estructura básica organizativa de amplios cuerpos de ejército en tierras de Nueva España, al servicio de Morelos, dispuestos para enfrentarse a las tropas realistas y decididos a asestar un golpe decisivo a los defensores del absolutismo en América y en España”.

A su paso por los Estados Unidos, a los que Mina había llegado en el buque “Caledonia”, en Baltimore consiguió armas y dinero para continuar con su lucha; pero tuvo que enfrentarse a los sucios manejos de Luis de Onís, embajador español, y a sus espías. Tres meses después de su llegada, una vez conseguidas sus metas, se embarcó con destino a Puerto Príncipe, capital de Haití.

En Puerto Príncipe se encontró con Simón Bolívar a quien había escrito y trataba de incorporar a sus planes de desembarco en México. También esperaba el apoyo de los delegados de los insurgentes mexicanos y del general Pietón, presidente de la nueva República. Tras entrevistarse varios días con Bolívar, en casa del comerciante inglés Robert Sutherland, que más tarde relató estos encuentros, Javier partió hacia Galveston, en tierras de Texas, sin poder convencer al Libertador de que colaborase en la contienda. Pero contaba con algunos de sus ayudantes como era el caso de Montilla, Infante y Revenga y, sobre todo, el apoyo de la flota corsaria del comodoro Aury, puesta bajo pabellón mexicano con base en Galveston.

Javier Mina llegó a Tamaulipas (México) desembarcando en el Soto de la Marina. Nada más poner pie a tierra contactó con los insurgentes y con un manifiesto pidió que siguieran luchando contra Fernando VII. El comandante Arredondo, que Mina había dejado al frente del reducto de Soto de la Marina, fue derrotado por Sardá que ordenó su fusilamiento, mientras Mina vencía a Armillán en San Luis Potosí y a Ordóñez en San Juan de los Llanos.

En 1816, Javier Mina se dirigía al pueblo mexicano diciendo:

“Sin echar por tierra en todas partes el coloso del despotismo, sostenido por los fanáticos y monopolistas, jamás podremos recuperar nuestra dignidad. Para esa empresa es indispensable que todos los pueblos donde se habla castellano aprendan a ser libres, a conocer y practicar sus derechos…”.

Pero anteriormente en Cádiz ya había hecho notar la evolución de sus conceptos políticos al decir:

“La causa de los americanos es justa, es la causa de los hombres libres, es la de los españoles no degenerados. Ellos, el rey, los empleados y los monopolistas, dicen que la España no puede existir sin la América; y esto es cierto si por España se entienden ellos, sus parientes, amigos y favoritos, porque emancipada la América no habrá gracias exclusivas, ni venta de gobiernos, de Intendencias y demás empleos de Indias; porque abiertos los puertos americanos a las naciones extranjeras el comercio pasará a una clase más numerosa e ilustrada; y porque libre la América revivirá indubitablemente la industria española…”.

Según el historiador mexicano Lucas Alamán, Mina pasó por México como un relámpago, un torbellino de gloria y esperanza extinguido demasiado pronto. En realidad había llegado con un año de retraso y muy distinto hubiera sido su papel y el de la famosa expedición, "Los 300 de Mina" como la llamó Lord Byron, si su desembarco hubiera tenido lugar en vida de Morelos y en la época de plenitud del Congreso de Apatzingán. Por otra parte, los intentos de apoyo exterior, que se le iban a prestar desde Estados Unidos y Londres fracasaron. Los estadounidenses estaban preocupados por firmar un "Tratado de fronteras" con España, lo que se hizo en 1819, conocido como Tratado Onís-Adams, y en cuanto a la segunda expedición londinense, preparada en torno al general Renovales, constituyó un completo fiasco debido a la traición del general, que prefirió entregar armas y bagajes a los representantes del rey Fernando en Nueva Orleans y Cuba.

El Conde de Toreno en su “Historia del levantamiento, guerra y revolución de España”, Madrid, 1953, nos dice a propósito de Mina: “Su papel innovador en un fenómeno tan decisivo como fue la creación del "Corso Navarro", en el marco del reglamento de 28 de diciembre de 1808. La visión estratégica de la guerra frente al invasor, lo que le llevó a proponer el establecimiento de un corredor terrestre que llegara hasta el golfo de Vizcaya, en febrero de 1810. Su caída en Labiano y el inusual trato que recibió de los generales franceses, así como la decisión de Napoleón de concederle la condición de "prisionero de Estado", y su encierro en el castillo de Vincennes, cerca de París”.

Javier Mina murió fusilado en México el día 11 de noviembre de 1817 y, para saber de su temple, basta con reproducir un fragmento de la proclama con la que se despidió:

“Soldados españoles del Rey Fernando:

Si la fascinación os hace instrumento de las pasiones de un mal monarca o sus agentes, un compatriota vuestro que ha consagrado sus más preciosos días al bien de la patria, viene a desegañaros, sin otro interés que el de la verdad y la justicia.

Fernando VII, después de los sacrificios que los españoles le prodigaron, oprime a la España con más furor que los franceses cuando la invadieron. Los hombres que más trabajaron por su restauración y por la libertad de ese ingrato, arrastran hoy cadenas, están sumergidos en calabozos, o huyen de su crueldad. Sirviendo, pues, a tal príncipe servís al tirano de vuestra nación; y ayudando a sus agentes en el nuevo mundo, os degradáis hasta constituiros verdugos de un pueblo inocente, víctima de mayor crueldad por iguales principios, que los que distinguieron al pueblo español en su más gloriosa época ¡soldados americanos del rey Fernando!... ¡Qué triste experiencia tenéis de la Metrópoli, y qué dolorosas lecciones habéis recibido de los malos españoles que para oprobio de los buenos han venido hasta aquí a subyugaros, y enriquecer a costa vuestra!... Uníos, pues, a nosotros; y los laureles que ceñirán vuestras sienes, serán un premio inmarchitable superior a todos los tesoros.

Don Francisco Javier Mina”

A tenor de su vida, pensamiento y obra, no es de extrañar que Pablo Neruda le dedicase en su “Canto General”, parte IV, titulado “Los Libertadores” estos versos:

“Mina, de las vertientes montañosas

llegaste como un hilo de agua dura.

España clara, España transparente

te parió entre dolores, indomable,

y tienes la dureza luminosa

del agua torrencial de las montañas.

A América lo lleva el viento

de la libertad española…”

Javier Mina, un hombre al que han dedicado en México calles, plazas, estatuas y bustos, considerado como uno de los grandes en el grupo de “Los Libertadores”, a la misma altura que Bolívar, San Martín y el gran Miranda, veló sus primeras armas en tierras cincovillesas enfrentándose al ejército napoleónico que nos había invadido.

La próxima vez que paséis por la casilla del canal, camino de Castiliscar, no olvidéis mirar hacia la plana de los Chandarmes y dedicar un recuerdo al hombre que, tras luchar en las Cinco Villas contra los franceses y en México contra Fernando VII, ha sido injustamente olvidado por los historiadores oficiales españoles.

Yo, como cincovillés con muchos años de estancia en Sudamérica, la próxima vez que me pregunten si sé algo sobre quienes libertaron América del yugo español, no dudaré en responder:

“¡Ah, sí! Los sudamericanos que siguieron a Javier Mina en sus ideas liberales e independentistas".