CARTA ABIERTA A LOS ESPAÑOLES

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CARTA ABIERTA A TODOS LOS ESPAÑOLES

Estimados coterráneos:

Con ocasión de las elecciones regionales y municipales os escribo para deciros: ¡Ya está! Podemos sentirnos “orgullosos” por el deber cumplido porque, entre todos, hemos hecho ganar las elecciones regionales al Partido Popular. Los resultados son claramente estremecedores porque nadie esperaba que la derrota del PSOE fuese de tamaña magnitud pero, visto el saldo de estas elecciones, no se puede negar que la gestión de la crisis por parte del señor Rodríguez Zapatero ha hecho campaña a favor del Partido en la oposición; sin embargo, no debe preocuparnos el hecho de que el PSOE haya perdido votos, las urnas han hablado y hay que aceptar estos resultados como la voluntad del pueblo, ni que el PP haya ganado en todos los frentes: Debe preocuparnos, y mucho, lo que puede suceder a partir de hoy en España.

Como todos sabemos, en el marco de unas elecciones democráticas, el voto de castigo, es aquel que se niega al partido político apoyado con anterioridad, con el fin de penarlo por su mala gestión o por el desacuerdo con alguna de las políticas llevadas a cabo durante el mandato de ese partido; pero en España, el voto de castigo que se ha emitido es como aquel que se arrancó los ojos con la condición de que el otro se quedase tuerto, es decir, un voto que no castiga a nadie más que a nosotros.

La experiencia nos enseña que los votos de castigo a un partido en el poder suelen tener funestas consecuencias para un país. Como ejemplo, en un pasado reciente, los casos de Venezuela, Bolivia, Ecuador o Nicaragua que, por escarmentar a quienes perpetraban una política funesta, encaramaron en el poder a personajes como Hugo Chávez, Correa, Ortega o Morales; pero si creéis que estamos a salvo de un error o que eso sólo puede suceder en territorios de América Latina, pensad en la peligrosa tendencia actual que se muestra en Europa hacia el voto de extrema derecha, como es el caso de Dinamarca, Austria, Eslovaquia, Letonia, Bulgaria y Francia.

El voto de castigo es un correctivo que se aplica al partido político en el poder, sí; pero también entrega la gestión del país al partido en la oposición, es decir, a quienes hace cuatro años no fueron dignos de nuestra confianza y, en el caso de España a quienes, durante cuatro largos años, no han hecho sino criticar la labor del Ejecutivo sin aportar ninguna solución a los problemas de la nación. A partir de hoy, lo podréis comprobar sin duda alguna, cualquier debate parlamentario independientemente del tema a discutir, se va a convertir en una sucesión de peticiones de voto de censura, de “váyase señor Zapatero”, de “el pueblo lo ha dicho” que, además de imposibilitar el gobierno del país, será una plataforma para pedir constantemente el voto para el PP.

Está claro que no voy a defender la gestión del señor Zapatero porque sería ridículo, ni le voy a criticar por no manejar con corrección una crisis que Rajoy tampoco hubiera sabido negociar; pero, en esencia, si durante las mañanas Zapatero ha tomado decisiones equivocadas para cambiarlas por las tardes, Rajoy no ha hecho nada durante las mañanas y, por la tarde, lo ha pasado a limpio. Y hoy parece que todos hemos amanecido muy contentos porque el voto de los españoles ha cambiado de color el mapa político de España sin darnos cuenta de que, ese voto rabioso, ha entregado en bandeja el poder a quienes durante cuatro años han contribuido a que España tenga una imagen paupérrima en todo el mundo. Me explico.

Los periodistas extranjeros destacados en España, los corresponsales, son personas nacidas en otros países que, como foráneos, tienden a juzgar lo que sucede aquí con los parámetros de sus lugares de origen. Acostumbrados en su mayoría a políticas menos embrolladas que la nuestra, en general, transmiten a sus respectivas naciones la opinión de los “supuestos expertos” que aparecen en los programas de televisión o escriben en los diarios de mayor tirada, siguiendo una regla de tres simple: Si los periodistas de España acusan al gobierno de un delito y el Ejecutivo no los enjuicia, deben tener razón. Así, la imagen de España se ha ido desgastando con las opiniones de Aznar, de Pedro Jota, de Jiménez Losantos y de algunos tertulianos televisivos empeñados en sostener que nuestro país era un caos ingobernable; pero no sólo estos grupos partidistas tienen el monopolio de la culpa porque, dentro del “buenismo estúpido” de un gobierno demasiado tolerante, se han consentido desmanes que, en otras latitudes, serían impensables si quienes los cometen no tuviesen la razón.

La permisividad del gobierno en casos de corrupción tanto en el seno del partido en el poder como en el de la oposición, la concesión de la paridad sin méritos, la barra libre la discriminación positiva, la ceguera ante los abusos de la banca, la genuflexión perpetua ante los dictados que llegan desde Alemania, la asociación con los líderes más denostados del planeta y una alianza de civilizaciones imposible, han conseguido que España, como país, cuente muy poco, por no decir nada, en el concierto internacional. Así pues, por hacer que los partidos políticos primen por encima del interés general, entre unos y otros, hemos mandado este país al carajo.

El voto de castigo, compañeros mártires, lo vamos a sufrir nosotros. Al tiempo.